FAMILIA
Cómo edificar a nuestros hijos

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Qué diferencia cuando caminamos la vida con objetivos claros y específicos. No sé si alguna vez te ha pasado esto: decides ir al supermercado justo antes de la hora del almuerzo, el hambre te gana en ese trayecto con el carrito del supermercado y terminas comprando muchas más cosas de las que habías planeado. ¡¡A mí me ha pasado varias veces!! ¡Por eso decidí no ir al supermercado con el estómago vacío! Un gran tip de ahorro 😉
Creo que de la misma manera nos podremos ahorrar unos dolores de cabeza si trabajamos con objetivos claros en cuatro aspectos a la formación de nuestro hogar.
La Palabra nos da una guía acerca de los objetivos que debemos tener en aquellas cosas que Dios nos ha confiado. Con relación a la formación de nuestros hijos y el matrimonio, el Señor nos dice que la mujer sabia edifica su casa, y aquí encontramos uno de esos objetivos que debemos tener como madres: edificar.
Hace poco leía el pasaje cuando Pablo le escribe a los Corintios y explica que el ministerio del profeta debe ser filtrado por 3 objetivos, veamos lo que Pablo nos dice en sus propias palabras:
Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.
Cada padre y madre de familia representa a Dios en su hogar. Dios delegó su misma autoridad a los padres para instruirlos y encaminarnos en lo correcto. En especial, creo que Dios ha dado a las mujeres la capacidad de marcar el destino de su hogar. No sé si alguna vez te fijaste como en el nuevo testamento Jesús obro la mayoría (me parece que todos) los milagros en niños a través de la fe y las palabras de alguno de los padres. Esa autoridad ejercida positivamente logró impactar y determinar el destino de las generaciones.
Edificar
El texto base que hemos tomado para este primer objetivo lo encontramos en Proverbios 14:1
La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba.
Nos enfocamos muchas veces en la primera parte del versículo, sin embargo, la segunda parte también es clave, porque nos muestra que para poder lograrlo necesitamos usar nuestras manos. La imagen que viene a mi mente es de un constructor o un obrero con casco amarillo, y overall (¡con toda la actitud!). Su vestimenta es la que se necesita para el trabajo arduo que requiere construir una casa. Así que de este verso podemos tomar lo siguiente: para poder edificar la vida de nuestros hijos debemos entender que es trabajo arduo.
Debemos estar dispuestas a ir la milla extra para poder lograrlo.
¿Cómo puedes ir la milla extra?
Empieza buscando a diario la sabiduría de parte de Dios. Muchas personas le dicen a Dios: “Señor háblame, Señor muéstrame qué debo hacer”, y esperan que un ángel se aparezca del cielo y les dé la respuesta a su necesidad. Sin embargo, en la mayoría de veces no sucede así, Dios dice: te di toda mi palabra para que me busques, ¡encuentra allí las respuestas que tengo para ti!
Edificando a nuestros hijos
Por lo general, el trabajo más duro en la construcción de una casa son los fundamentos, y de la misma manera, creo que lograr formar los principios fundamentales en nuestros hijos es lo que más demandará tiempo y esfuerzo de nuestra parte.
1. FORMAR HÁBITOS
Hace poco tuve la oportunidad de lanzar un libro intitulado “En Búsqueda de lo que Dios busca”, y precisamente en uno de los capítulos menciono un conocido proverbio que nos ayuda y nos da una directriz clara de cómo establecer fundamentos en la formación de nuestros hijos:
Siembra un pensamiento, cosecha una acción; siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter, cosecha un destino.
Sembrar pensamientos
Primeramente, debemos sembrar semillas de la palabra de Dios todos los días y de todas las maneras posibles. Dependiendo de la edad de tus hijos.
Piensa por un momento en la siguiente escena: estás haciendo una deliciosa gelatina para tu familia. Por lo general, después de verter la mezcla en el agua tienes que escoger un molde antes de colocarlo en el refrigerador. De acuerdo al molde será la forma de la gelatina. Aplicando este ejemplo a nuestra vida, podemos ver que el mundo tiene un molde muy claro, pero de la misma manera la Palabra de Dios nos da el molde de un camino mayor. Así que, ¿a qué molde nos estamos sometiendo? Si en tu casa influyen las películas, y todo lo secular, muy probablemente tu pensamiento sea muy secular, aunque asistas los domingos a la iglesia.
Acciones que reflejen el amor de cristo
Hay otro pasaje que nos habla que el conocimiento envanece, pero el amor edifica. Si queremos edificar el corazón de nuestros hijos, debemos cultivar el amor como lo enseña la palabra de Dios. El mismo Jesús dijo que nadie tiene mayor amor que el dar la vida por sus amigos.
La única manera de edificar el corazón de nuestros hijos es amarlos incondicionalmente. En 1 Corintios 13 encontramos algunas de las maneras en que podemos colocar este amor en acción, veamos:
El amor es paciente, es bondadoso.
El amor no es envidioso, ni jactancioso ni orgulloso.
No se comporta con rudeza (o se irrita), no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.
El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
¿Qué tal si haces el siguiente ejercicio? Menciona tu nombre al inicio de cada frase y evalúa si es como se ve tu maternidad en este momento y tu trato hacia los que tienes en casa.
Comienzo yo:
Manuela es paciente, es bondadosa.
Manuela no es envidiosa.
Manuela no se jacta, etc.
La verdad al hacer este ejercicio el Espíritu Santo me redarguyó específicamente con uno: no se enoja fácilmente. Hay veces que reconozco, me he irritado con mis hijos, o perdí la paciencia, porque los niños son niños y el proceso de formarlos es constante… No hay un botón de pausa. ¡Es algo que demanda trabajo!
Si quieres conocer un poco más de algunos hábitos que podemos formar te invito a que conozcas mi nuevo libro en este enlace y juntas sigamos creciendo en esta tarea hermosa que Dios nos dio. ¡Hasta la próxima!
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